20 febrero 2008

Recordatorio - III

Hola amigos, continúo con este Recordatorio del prólogo escrito por Frei Montalva en agosto de 1974 sobre el gobierno de la UP y al leerlo y releerlo me pregunto ¿cómo los que apoyaron al Gobierno Militar permitieron que estos desalmados, que hundieron el país en tan sólo 1.000 días, se transformaran en jueces de derechos humanos cuando ellos los violaron todos? En realidad el pueblo chileno es sorprendente, pero su clase dirigente y política lo es más. Bueno, para que seguir amargándome, continúo con el prólogo de Frei:

Este señor decía en agosto de 1974:

“Vale la pena ahora detenerse a examinar cuál fue el estado en que lo dejaron.

Esta tal vez sea la pregunta más fácil de responder. A pesar de toda la cortina de propaganda con que se ha querido cubrir la realidad, es muy difícil ignorar el fracaso y el destrozo sin precedentes que sufrió este país en menos de tres años.

Unos han dicho que la Unidad Popular “malogró miserablemente la oportunidad que tuvo de abrir una nueva época en la Historia de Chile”; y otros, “cualesquiera que hayan sido las intenciones, los resultados fueron el mayor desastre político y económico de la Historia de Chile; quebrada la constitucionalidad; dividida la comunidad nacional; un endeudamiento externo acelerado; una mayor dependencia internacional; la violencia en la vida diaria; la permanente crisis política agudizada por la condición de Gobierno minoritario; la tentativa de usar las Fuerzas Armadas para objetivos partidistas; y, por último, el fin de la Democracia en Chile por tiempo indefinido”.

Difícilmente se podría resumir con más claridad y precisión lo que realmente ocurrió.

Inflación desatada a límites incontrolables; envilecimiento de la moneda; mercado negro y largas colas para adquirir cualquier producto, desde el pan hasta los repuestos; baja de la producción; anarquía en la Administración Pública, en las empresas y en los campos; extensas zonas dominadas por extremistas, donde las autoridades no podían siquiera ingresar; paralización de las inversiones y de los trabajos públicos. En resumen, un caos económico y social, acompañado de una acelerada y creciente violencia.

Muchos se interrogan sobre cuál es la explicación de una caída tan vertiginosa, que examinada aún por los que vivieron este drama es tan difícil de entender.

Se ha pretendido dar dos respuestas a esta interrogante: lo que se ha dado en llamar el bloqueo externo y el bloqueo interno.

Según la primera versión el país fue sometido a un bloqueo desde el exterior que hizo imposible el intento de establecer un Estado socialista en Chile.

A este respecto la gama y variedad de las acusaciones van desde el bloqueo económico hasta la agresión militar, y no ha faltado aún escritor de nota –famoso por su prodigiosa imaginación—que llegó a afirmar que los aviones chilenos que sobrevolaron Santiago el 11 de septiembre fueron piloteados por algunos connotados acróbatas de las Fuerzas Armadas norteamericana.

Pero como la Historia es algo bien distinto a una novela, es necesario desentrañar qué es lo que hay de verdad respecto a esta afirmación del bloqueo exterior, el que puede traducirse, que sepamos, en cuatro manifestaciones concretas: negativa para comprar productos que el país vende; prohibición de venderle los productos que necesita; cierre de los créditos que se requieren para un normal desenvolvimiento; y una propaganda adversa que cree una imagen desfavorable en el ámbito mundial.

Ninguna de estas condiciones se produjo durante el Gobierno de la Unidad Popular. Chile pudo vender sin dificultad alguna los productos que comerciaba no sólo en Europa sino en los Estados Unidos de Norteamérica, donde continuó colocándolos en la misma forma en que lo había hecho tradicionalmente.

En lo único que hubo una dificultad fue en el cobre, pero veamos su magnitud.

En efecto, una de las Compañías expropiadas inició en Francia y otros países juicios de embargo en contra del cobre exportado chileno. Esta acción mereció la condenación, pública y unánime, de todos los sectores políticos chilenos, incluidos por supuesto los de oposición, que aprobaron en el Congreso Nacional, con los votos de todos los partidos, acuerdos que rechazaban esta agresión.

Pero lo importante es conocer, como hemos dicho, la magnitud de esta tentativa que significó que se declarara el embargo sobre una partida de cobre cuyo valor no fue superior a dos millones de dólares, el que por lo demás después de un breve tiempo quedó anulado. La influencia que pudo tener ese reducido embargo, dejado pronto sin efecto, sobre un volumen de ventas anuales no inferior a los 800 millones de dólares, puede ser fácilmente apreciada.

Tampoco tuvo el gobierno chileno inconvenientes para continuar sus importaciones, ya que nadie jamás le impidió adquirir los productos que necesitaba en los mercados internacionales, en lo cual compitieron Italia, Francia, Gran Bretaña, Alemania, Bélgica, Holanda, España, y para qué decir los diversos países latinoamericanos y los propios Estados Unidos. Incluso no faltaron tratativas con compañías norteamericanas, como la Cerro Pasco que continuó trabajando en Chile en la mina de cobre denominada Andina que recién había entrado en producción como fruto de las importantes inversiones realizadas en el período 64-70.

En materia de créditos internacionales, en las reuniones del Club de París para renegociar la deuda externa y conseguir la suspensión de sus pagos, se logró el acuerdo favorable de todos los países europeos y además de los Estados Unidos de Norteamérica, país sin el cual habría sido imposible obtenerlo.

Durante la campaña presidencial la Unidad Popular se comprometió, en caso de triunfar, a que Chile se retiraría del Fondo Monetario Internacional, al cual calificó con los peores epítetos. Sin embargo, iniciado el Gobierno, el retiro prometido se transformó en amistosas relaciones, consiguiendo el máximo apoyo dentro de las normas del Fondo, lo que fue ampliamente reconocido por las más altas autoridades del Estado.

Por lo demás, ninguna nación europea bloqueó al Gobierno de la Unidad Popular. Por el contrario, todas le otorgaron créditos en condiciones amplias, destacándose España en esta positiva actitud.

Nada habría que agregar respecto a los países de la órbita comunista que, como era lógico, prestaron su cooperación, aunque en una proporción reducida y con grandes trabas en la operación.

Por último, la afirmación de que el Gobierno habría sido bloqueado desde el exterior queda desvirtuada por el hecho más evidente, y es que en la Historia de Chile ningún gobierno en tan corto plazo había obtenido créditos de mayor magnitud. Las cifras y antecedentes que proporciona este libro son irrefutables, pues emanan de los organismos oficiales nacionales e internacionales, y por lo demás fueron reconocidos como válidos en los debates del Parlamento por los propios miembros del Gobierno de la Unidad Popular.

Es indudable que en el período analizado no hubo nuevas inversiones norteamericanas, pero parecería bastante ingenuo planificar una revolución sobre la base de un ataque frontal contra los Estados Unidos y esperar al mismo tiempo un apoyo que no se ha dado muchas veces a gobiernos amigos.



El otro gran capítulo con el cual se ha querido justificar lo acaecido dentro del régimen de la Unidad Popular es la oposición interna.

Se ha responsabilizado por ella primordialmente a la Democracia Cristiana porque, siendo el partido mayoritario, habría sido su principal obstáculo.

Cuando el candidato de la Unidad Popular con sólo un 36% de la votación nacional –en consecuencia muy lejos de haber obtenido la mayoría– fue elegido en el Congreso Nacional gracias a los parlamentarios del Partido Demócrata Cristiano, que eran 75, mientras los de la Unidad Popular en su conjunto sumaban sólo 79, para un total de 200 congresales, ese Partido, en un gesto ejemplar, no pidió compensación alguna ni en la Administración ni en el Gobierno. Sólo exigió un Estatuto de Garantías Constitucionales que asegurara el respeto a la libertad y a los derechos de las personas.

Primeramente y a poco andar, la Democracia Cristiana se formó la convicción de que se estaba siguiendo un plan que en definitiva destruiría en sus fundamentos la economía chilena.

La segunda razón, aún más grave, fue la progresiva y constante violación de la Constitución y la ley, señalada en reiteradas ocasiones por el Congreso Nacional, por los Tribunales de Justicia, por la Contraloría General de la República, por los colegios profesionales y otros organismos que advirtieron al país del peligro que esto significaba para su estabilidad democrática.

En tercer término se hizo progresivamente presente –como también se prueba en el curso de este libro— el desconocimiento por parte del Gobierno de la voluntad popular libremente expresada. Si ello era grave en el orden electoral, ya sea en los municipios o en el Parlamento, lo fue aún más respecto a las organizaciones populares de base, en que se persiguió de hecho a las federaciones campesinas mayoritarias por no sumarse a las afectas al Gobierno; se desconoció a las Juntas de Vecinos en que triunfaban elementos ajenos a los partidos de la Unidad Popular; y se trató por todos los medios de burlar los resultados de las elecciones en los sindicatos industriales.

Las luchas que se libraron en las universidades y en las organizaciones de estudiantes de enseñanza media adquirieron una violencia extrema. Al elegir la Federación de Estudiantes Secundarios una directiva encabezada por la Democracia Cristiana, no trepidaron en dividir esa institución y crear otra paralela. Y en la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, que es sin duda la más importante del país, teniendo conciencia la Unidad Popular de que si había elecciones las perderían, se negaron a efectuarlas.

Estas y muchas otras fueron las causales que motivaron un endurecimiento cada vez mayor en la actitud de la Democracia Cristiana. A ellas se agregaron otras no menos importantes.

Por ejemplo, en 1972 con motivo de la brusca caída de la producción agrícola y en general del caos económico reinante –que culminó dos días antes del 11 de septiembre de 1973 cuando el propio Presidente de la República advirtió al país que quedaba harina para hacer pan sólo para dos días—se organizaron las Juntas de Abastecimiento Popular (JAP), de carácter netamente político-partidista, que entregaban los víveres en las poblaciones en forma abusiva y discriminatoria, comenzando por empadronar al vecindario, lo que éste miró como una grave amenaza a su libertad personal y como una importación de los métodos empleados en otras naciones para controlarlo.

Otro elemento que agitó al país, a las Asociaciones de Padres, a los estudiantes y a la Iglesia fue la tentativa de cambiar los programas educacionales y hacer obligatoria una enseñanza basada en orientaciones marxista-leninistas.

También fueron antecedentes decisivos las pruebas irrefutables de la importación y reparto de armas y la presencia en Chile de miles de extranjeros pertenecientes a movimientos de extrema izquierda, muchos de ellos prófugos de sus propios países.

Y no menor era la preocupación por el control progresivo de los medios de comunicación. La Televisión Nacional, creada en el régimen de la Democracia Cristiana como un instrumento del Estado para informar y entretener, se transformó en un órgano de concientización y de propaganda desembozada, en que se calumniaba e injuriaba a todo el que se opusiera al régimen.

Los partidos de Gobierno adquirían a cualquier precio las radioemisoras existentes, y cada día era más aflictiva la situación de los diarios y de otros medios de expresión de los opositores, a los cuales se trataba de ahogar mediante todos los procedimientos imaginables.

Sin duda había en el país libertad de expresión y la lucha de la oposición para mantenerla era ardua y constante, pero era fácil constatar hacia dónde se caminaba a través del estrangulamiento económico de los medios de comunicación no adictos al Gobierno.

Durante estos tres años jamás hubo una apertura de parte del Gobierno. Si bien es cierto que diferentes personas buscaron este acuerdo en forma constante, nunca lograron nada, ni la más mínima respuesta concreta o siquiera una modificación en las políticas que se aplicaban. Al revés, hay los testimonios más incontrovertibles, como constan en este libro, de que jamás se consideró la posibilidad de entendimiento con la Democracia Cristiana, salvo buenas expresiones que nunca se tradujeron en hechos. Al revés, los hechos siempre contradijeron las palabras.

La oposición no fue, como ha querido pintarse en el exterior, sólo de las clases medias o, como se dice, de la mediana burguesía. Más aún, podemos decir que fue la organización del pueblo en sus bases la que opuso la verdadera resistencia al intento totalitario.

Se olvida decir, por ejemplo, que en los últimos meses se mantuvo, entre otras, la más dura y prolongada huelga de los obreros del cobre, con la cual solidarizaron los más grandes sindicatos y confederaciones de obreros campesinos; que en el curso del año 1973 los Partidos de la Unidad Popular perdieron prácticamente casi todas las elecciones de las Juntas de Vecinos; y que la Democracia Cristiana obtenía la mayoría en sindicatos del acero, del petróleo, del cobre, y aumentaba su representación en todas las otras áreas. En los diarios de todas las tendencias se publicaban semanalmente informaciones con respecto a estos hechos”.

Calma, sólo falta la parte relacionada con la actuación de las Fuerzas Armadas que la pondré en el próximo recordatorio.

2 comentarios:

Javier Bazán Aguirre dijo...

Era la política de Franco leí en un diario español, apoyar los gobierno de América Latina. Por eso, apoyó a Castro y, naturalmente, a Allende.

Ashniet dijo...

No entiendo.
No entiendo cómo la gente no se acuerda de estas cosas.
¿Quieren llegar a lo mismo?

Espero este gobierno termine pronto y la gente no vote de nuevo por estos mentirosos.

Los demas comentarios para el otro Recordatorio :)

Saludos...