28 febrero 2008

Recordatorio – V

Hola amigos, finalmente les entrego algunos datos extractados del libro escrito por el ahora desmemoriado demócrata cristiano Genaro Arriagada Herrera.
Como ya lo manifestara, no vale la pena leer el libro.
En octubre de 1974 este actual desmemoriado nos contaba respecto de la violencia pre electoral, motivada por una elección complementaria de un diputado por Valparaíso:

4 de abril de 1971. Juan Millalonco, vicepresidente provincial de la juventud demócrata cristiana asesinado por disparos hechos desde la sede del partido socialista.
19 de abril de 1971. Rolando Matus, militante del partido nacional asesinado por campesinos que procuraban ocupar violentamente una hijuela en Cautín.
24 de abril de 1971. Un grupo extremista de la vanguardia organizada del pueblo, VOP, asesina a un comerciante detallista de Santiago.
20 de abril de 1971. Mientras era desalojado de su hacienda muere Jorge Barahona, agricultor y militante del partido nacional de la zona de la provincia de Colchagua.
24 de mayo de 1971. La VOP asesina al cabo de carabineros Tomás Gutiérrez.
8 de junio de 1971. La VOP asesina a Edmundo Pérez Zujovic, dirigente demócrata cristiano. Padre del actual ministro del interior.

Me pregunto ¿cuánto habrán recibido los familiares de estas víctimas como indemnización? ¿Cuántos asesinos fueron capturados y condenados? ¿Qué castigo sufrieron los autores intelectuales de estos asesinatos? ¿Estos crímenes están prescritos? Si no han prescrito, ¿no habrá un buen abogado que los persiga?

En otro capítulo, Arriagada el Desmemoriado, nos cuenta acerca de los “resquicios legales”:

¿Qué eran los resquicios legales?
Simplemente la afirmación de que existían vías en la legalidad vigente para avanzar al socialismo.
Eduardo Novoa, asesor jurídico del Presidente y el principal sostenedor de esta afirmación, decía en febrero de 1971 que en los primeros cinco meses del Gobierno no se había promulgado ley alguna que hubiera introducido cambios importantes a la legalidad vigente y que, por otra parte, tampoco podía decirse que el Gobierno, al impulsar su programa de transformaciones económicas, hubiera atropellado la legalidad.
Veamos cuáles eran los principales de estos resquicios: Entre las disposiciones legales olvidadas habían dos, de primerísima importancia, cuyo origen eran un decreto-ley dictado en 1932 por un corto gobierno de facto, que duró cien días en el poder, que intentó crear en Chile una “República Socialista”. La primera de ellas permitía la expropiación por causa de utilidad pública de cualquier empresa -así de amplias eran las causales- productora de artículos de primera necesidad. La segunda era la requisición de empresas para solucionar irregularidades en el proceso de producción, que admitía la incautación por el Estado del conjunto de una empresa con todos sus equipos e instalaciones. En este último caso, la Dirección de Industria y Comercio, repartición dependiente del Ministerio de Economía, designaba un interventor que sustituía al gerente y al directorio en la administración y dirección de la empresa incautada.
De un total aproximado de 500 empresas que el 11 de septiembre de 1973 constituían el área de propiedad social, sólo ocho habían sido expropiadas en virtud de las disposiciones del mencionado decreto-ley. La enorme mayoría de ellas se encontraban requisadas o intervenidas y algunas compradas.

Ayer supimos que el Estado de Chile le pagará al partido comunista una fortuna por la expropiación de la imprenta Horizonte, ocurrida durante el Gobierno Militar: $ 5.950 millones. ¿Cuánto le habrán pagado a los dueños de esas 500 empresas requisadas durante la UP? Bueno, esa es una inquietud que dejo para vuestra investigación. Destruir la economía y la paz social de un país ¿es o no es atentar contra los Derechos Humanos de esos ciudadanos? Algún abogado podrá comentarnos al respecto ¿Por qué no se persigue a los desalmados que sembraron el caos en tan solo 1.000 días en el pobre Chile? Y tú, ¿qué opinas?

Dejaré por un tiempo el blog porque me dedicaré a autoeditar mi novela “Encuentro de dos mundos”. Luego les cuento. Saludos.

24 febrero 2008

Recordatorio – IV

Hola amigos, este es el último Recordatorio del prólogo de Eduardo Frei Montalva al libro de Arriagada. Nuevamente es increible como estos señores domócrata cristianos, en tan poco tiempo, cambiaron su visión sobre lo acontecido en Chile en esa época. No está demás decir que la Democracia Cristiana es un partido que aborrece a las Fuerzas Armadas y el señor Frei Montalva, durante su gobierno, las llevó a un estado de falta de recursos y equipamiento que casi nos costaron un desastre cuando Perú, después del 11 de septiembre de 1973 estuvo a punto de atacarnos.

El señor Frei decía en el prólogo:

“En el análisis de los factores que provocaron la crisis hay un capítulo que sin duda no puede soslayarse.

Las Fuerzas Armadas de Chile eran conocidas en el continente por su prescindencia política y por su inveterado respeto a la Constitución y a las leyes.

No obstante, desde su inicio el Gobierno de la Unidad Popular se planeó una acción sistemática para atraer a las Fuerzas Armadas y comprometerlas en política. En el curso del libro de Genaro Arraigada se encuentran pruebas abrumadoras de este hecho. A pesar de su resistencia, en el transcurso del año 1972 y posteriormente en 1973 se designaron ministros que las representaban en distintos ministerios. Al mismo tiempo se hizo evidente una acción destinada a penetrar a las Fuerzas Armadas, lo que provocó incluso algunas tentativas de rebelión.

La importación de armas, la organización de fuerzas militarizadas, la presencia de extranjeros pertenecientes a movimientos extremos que intervenían en la vida interna del país, los intentos de penetración que alteraban su disciplina, y diversos otros actos y declaraciones que las afectaban –como puede comprobarse en este libro— provocaron en ellas un cambio profundo en su actitud.

Estas razones fueron, en último término, las que indujeron al pronunciamiento militar de septiembre de 1973. No hay duda que por largo tiempo trataron de evitar la ruptura con el Gobierno y se resistieron largamente a intervenir. Ese es un hecho histórico que es imposible desconocer.

La verdad es que las Fuerzas Armadas actuaron cuando ya se había extendido por el país una clara sensación de anarquía, cuando la Constitución había sido evidentemente transgredida, y cuando ellas mismas se sintieron amenazadas.

Salvo grupos de inspiración claramente fascista y reaccionaria, nadie deseaba para el país el advenimiento de un régimen dictatorial. Empero, la verdad es que la inmensa mayoría del país lo veía como fatal ante los hechos que se sucedían con creciente y dramático ritmo.

Y es así como en medio del dolor y de la sangre cayó una de las más antiguas y viejas democracias del mundo, y será inútil tratar de recuperarla en el futuro si no existe la honradez y el valor de reconocer esta realidad que precipitó a Chile a una situación a la que jamás debió llegar.

Lo cierto es que para que una sociedad democrática pueda subsistir es fundamental un mínimo de consenso entre los que la integran, y el reconocimiento, por todos, de ciertos valores que hacen posible el ejercicio de la libertad y la aplicación del derecho.

En la realidad, en Chile ese consenso se había roto.

La Unidad Popular nunca dejó de ser una minoría. Minoría en el Parlamento, en los municipios y en las organizaciones en la base social. A pesar de estas condiciones, su Gobierno jamás se resolvió a buscar una solución de compromiso, sino que, por distintos procedimientos, quiso imponer un modelo que la mayoría del país rechazaba.

En el fondo manifestó siempre un desprecio profundo por el sistema democrático y una expresa voluntad de llegar, a cualquier precio, a la conquista del Poder total.

Si se examinan a través de las páginas de este libro algunos de los distintos y numerosos documentos del Partido Comunista, del Partido Socialista, y para qué decir los emanados de los movimientos de izquierda revolucionaria, se puede constatar que para ellos la democracia existente en Chile era una democracia falsa y formalista que era necesario destruir para construir otra. Esta era la tesis de sus teóricos y la conclusión de todos sus congresos. ¿Por qué respetar entonces esa democracia que era –según ellos— una gran farsa y un tremendo engaño? ¿Por qué ahora, perdida, se la añora y se la defiende cuando antes se la ridiculizó y execró sistemáticamente?

Qué paradoja es llorar hoy sobre una democracia que dijeron nada valía y que algunos llegaron a calificar de oprobiosa. Lo que más se llegó a conceder fue un cierto grado de prudencia táctica para no precipitar su caída. Lo lógico entonces era no respetar las reglas y tratar por todos los medios de imponer un nuevo orden. Por eso el sectarismo era una virtud y la exacerbación del odio un medio necesario. Cualquier búsqueda de un acuerdo se calificaba de debilidad y cobardía.

Todo tenía un valor instrumental. Ningún principio y ninguna norma eran válidos, salvo uno: conquistar el Poder total.

En el año 1972 el Pleno Socialista declaraba:

“El Estado burgués en Chile no sirve para construir el socialismo y es necesaria su destrucción”.

“Para construir el socialismo los trabajadores chilenos deben ejercer su dominación política, deben conquistar todo el Poder. Es lo que se llama la dictadura del proletariado”.

“Para los revolucionarios, la solución no está en esconder o negar el objetivo de la toma del Poder”.

“Rehuir el enfrentamiento o moderar la lucha de clases constituye un gravísimo error”.

“Para los socialistas cada pequeño triunfo eleva el nivel del próximo choque, HASTA QUE LLEGUEMOS AL MOMENTO INEVITABLE DE DEFINIR QUIEN SE QUEDA CON EL PODER EN CHILE”.

Podría decirse que éste es el proceso de fondo que rompió primero en la mente y después en los hechos la posibilidad de una convivencia y el respeto a la ley, condiciones que habían hecho posible la democracia en Chile, aún con todos sus defectos.

Desde el momento en que se niega el valor objetivo al sistema democrático y se establece como premisa no discutible que es una clase social la que tiene la verdad y un partido el que interpreta, el problema se reduce a una estrategia de conquista del Poder.

La transición exige la destrucción de la actual sociedad para edificar sobre sus ruinas la dictadura del proletariado que conduzca a la nueva sociedad. Quien se oponga al proceso es un enemigo que es necesario aplastar.

Este fue el esquema que operó en Chile y ésta una de las razones por las cuales jamás hubo el intento serio de entenderse con la Democracia Cristiana o con otras fuerzas democráticas. Y esto fue evidente en la forma vejatoria como se trató y excluyó al Partido Radical de Izquierda, integrado por hombres de más de treinta años de militancia, algunos de los cuales formaron el año 1938 el Frente Popular, miembros de la Unidad Popular, y que fueron candidatos de la izquierda a cargos parlamentarios y pre-candidatos de ella a la Presidencia de la República.

¡Si a los amigos de adentro, partidarios y colaboradores de largos años, se les trataba así, qué podían esperar los otros!

Esta ola que se fue alimentando a sí misma por la propia dialéctica de los hechos, pareció a veces que era resistida por el Partido Comunista. No hay duda de que, mejor organizados, más fríos, y sabiendo que al final serían los grandes pagadores de la aventura, intentaron ser más prudentes y pretendieron contener a los violentistas. Pero sea porque no tenían fuerzas para dominar o porque titubearon, sus intentos nunca se tradujeron en hechos.

Preocupados porque la juventud y los trabajadores se les desplazaban al MIR o al FTR, porque continuamente eran sobrepasados por el grupo dominante que controlaba la dirección del Partido Socialista, daban a veces algún paso que contradecían después con sus palabras y sus actos.

Reveladora es en este aspecto la entrevista a un alto dirigente comunista publicada en “La Stampa” el 26 de octubre de 1973, en la cual establece que ellos buscaban una solución política, pero que en los últimos días se encontraron con el discurso del Secretario General del Partido Socialista contra las Fuerzas Armadas y “con su obstinado maximalismo al igual que el de Enríquez, jefe del MIR, y por eso nos hemos encontrado sin preparación para el golpe”.

“Las armas que teníamos –agrega–, de las cuales los generales han descubierto una mínima parte, desgraciadamente eran pocos los que las sabían usar, porque no había habido tiempo suficiente para adiestrar a la masa popular”.

No se difería, pues, en cuanto a los objetivos, sino en las tácticas para ganar tiempo”.

20 febrero 2008

Recordatorio - III

Hola amigos, continúo con este Recordatorio del prólogo escrito por Frei Montalva en agosto de 1974 sobre el gobierno de la UP y al leerlo y releerlo me pregunto ¿cómo los que apoyaron al Gobierno Militar permitieron que estos desalmados, que hundieron el país en tan sólo 1.000 días, se transformaran en jueces de derechos humanos cuando ellos los violaron todos? En realidad el pueblo chileno es sorprendente, pero su clase dirigente y política lo es más. Bueno, para que seguir amargándome, continúo con el prólogo de Frei:

Este señor decía en agosto de 1974:

“Vale la pena ahora detenerse a examinar cuál fue el estado en que lo dejaron.

Esta tal vez sea la pregunta más fácil de responder. A pesar de toda la cortina de propaganda con que se ha querido cubrir la realidad, es muy difícil ignorar el fracaso y el destrozo sin precedentes que sufrió este país en menos de tres años.

Unos han dicho que la Unidad Popular “malogró miserablemente la oportunidad que tuvo de abrir una nueva época en la Historia de Chile”; y otros, “cualesquiera que hayan sido las intenciones, los resultados fueron el mayor desastre político y económico de la Historia de Chile; quebrada la constitucionalidad; dividida la comunidad nacional; un endeudamiento externo acelerado; una mayor dependencia internacional; la violencia en la vida diaria; la permanente crisis política agudizada por la condición de Gobierno minoritario; la tentativa de usar las Fuerzas Armadas para objetivos partidistas; y, por último, el fin de la Democracia en Chile por tiempo indefinido”.

Difícilmente se podría resumir con más claridad y precisión lo que realmente ocurrió.

Inflación desatada a límites incontrolables; envilecimiento de la moneda; mercado negro y largas colas para adquirir cualquier producto, desde el pan hasta los repuestos; baja de la producción; anarquía en la Administración Pública, en las empresas y en los campos; extensas zonas dominadas por extremistas, donde las autoridades no podían siquiera ingresar; paralización de las inversiones y de los trabajos públicos. En resumen, un caos económico y social, acompañado de una acelerada y creciente violencia.

Muchos se interrogan sobre cuál es la explicación de una caída tan vertiginosa, que examinada aún por los que vivieron este drama es tan difícil de entender.

Se ha pretendido dar dos respuestas a esta interrogante: lo que se ha dado en llamar el bloqueo externo y el bloqueo interno.

Según la primera versión el país fue sometido a un bloqueo desde el exterior que hizo imposible el intento de establecer un Estado socialista en Chile.

A este respecto la gama y variedad de las acusaciones van desde el bloqueo económico hasta la agresión militar, y no ha faltado aún escritor de nota –famoso por su prodigiosa imaginación—que llegó a afirmar que los aviones chilenos que sobrevolaron Santiago el 11 de septiembre fueron piloteados por algunos connotados acróbatas de las Fuerzas Armadas norteamericana.

Pero como la Historia es algo bien distinto a una novela, es necesario desentrañar qué es lo que hay de verdad respecto a esta afirmación del bloqueo exterior, el que puede traducirse, que sepamos, en cuatro manifestaciones concretas: negativa para comprar productos que el país vende; prohibición de venderle los productos que necesita; cierre de los créditos que se requieren para un normal desenvolvimiento; y una propaganda adversa que cree una imagen desfavorable en el ámbito mundial.

Ninguna de estas condiciones se produjo durante el Gobierno de la Unidad Popular. Chile pudo vender sin dificultad alguna los productos que comerciaba no sólo en Europa sino en los Estados Unidos de Norteamérica, donde continuó colocándolos en la misma forma en que lo había hecho tradicionalmente.

En lo único que hubo una dificultad fue en el cobre, pero veamos su magnitud.

En efecto, una de las Compañías expropiadas inició en Francia y otros países juicios de embargo en contra del cobre exportado chileno. Esta acción mereció la condenación, pública y unánime, de todos los sectores políticos chilenos, incluidos por supuesto los de oposición, que aprobaron en el Congreso Nacional, con los votos de todos los partidos, acuerdos que rechazaban esta agresión.

Pero lo importante es conocer, como hemos dicho, la magnitud de esta tentativa que significó que se declarara el embargo sobre una partida de cobre cuyo valor no fue superior a dos millones de dólares, el que por lo demás después de un breve tiempo quedó anulado. La influencia que pudo tener ese reducido embargo, dejado pronto sin efecto, sobre un volumen de ventas anuales no inferior a los 800 millones de dólares, puede ser fácilmente apreciada.

Tampoco tuvo el gobierno chileno inconvenientes para continuar sus importaciones, ya que nadie jamás le impidió adquirir los productos que necesitaba en los mercados internacionales, en lo cual compitieron Italia, Francia, Gran Bretaña, Alemania, Bélgica, Holanda, España, y para qué decir los diversos países latinoamericanos y los propios Estados Unidos. Incluso no faltaron tratativas con compañías norteamericanas, como la Cerro Pasco que continuó trabajando en Chile en la mina de cobre denominada Andina que recién había entrado en producción como fruto de las importantes inversiones realizadas en el período 64-70.

En materia de créditos internacionales, en las reuniones del Club de París para renegociar la deuda externa y conseguir la suspensión de sus pagos, se logró el acuerdo favorable de todos los países europeos y además de los Estados Unidos de Norteamérica, país sin el cual habría sido imposible obtenerlo.

Durante la campaña presidencial la Unidad Popular se comprometió, en caso de triunfar, a que Chile se retiraría del Fondo Monetario Internacional, al cual calificó con los peores epítetos. Sin embargo, iniciado el Gobierno, el retiro prometido se transformó en amistosas relaciones, consiguiendo el máximo apoyo dentro de las normas del Fondo, lo que fue ampliamente reconocido por las más altas autoridades del Estado.

Por lo demás, ninguna nación europea bloqueó al Gobierno de la Unidad Popular. Por el contrario, todas le otorgaron créditos en condiciones amplias, destacándose España en esta positiva actitud.

Nada habría que agregar respecto a los países de la órbita comunista que, como era lógico, prestaron su cooperación, aunque en una proporción reducida y con grandes trabas en la operación.

Por último, la afirmación de que el Gobierno habría sido bloqueado desde el exterior queda desvirtuada por el hecho más evidente, y es que en la Historia de Chile ningún gobierno en tan corto plazo había obtenido créditos de mayor magnitud. Las cifras y antecedentes que proporciona este libro son irrefutables, pues emanan de los organismos oficiales nacionales e internacionales, y por lo demás fueron reconocidos como válidos en los debates del Parlamento por los propios miembros del Gobierno de la Unidad Popular.

Es indudable que en el período analizado no hubo nuevas inversiones norteamericanas, pero parecería bastante ingenuo planificar una revolución sobre la base de un ataque frontal contra los Estados Unidos y esperar al mismo tiempo un apoyo que no se ha dado muchas veces a gobiernos amigos.



El otro gran capítulo con el cual se ha querido justificar lo acaecido dentro del régimen de la Unidad Popular es la oposición interna.

Se ha responsabilizado por ella primordialmente a la Democracia Cristiana porque, siendo el partido mayoritario, habría sido su principal obstáculo.

Cuando el candidato de la Unidad Popular con sólo un 36% de la votación nacional –en consecuencia muy lejos de haber obtenido la mayoría– fue elegido en el Congreso Nacional gracias a los parlamentarios del Partido Demócrata Cristiano, que eran 75, mientras los de la Unidad Popular en su conjunto sumaban sólo 79, para un total de 200 congresales, ese Partido, en un gesto ejemplar, no pidió compensación alguna ni en la Administración ni en el Gobierno. Sólo exigió un Estatuto de Garantías Constitucionales que asegurara el respeto a la libertad y a los derechos de las personas.

Primeramente y a poco andar, la Democracia Cristiana se formó la convicción de que se estaba siguiendo un plan que en definitiva destruiría en sus fundamentos la economía chilena.

La segunda razón, aún más grave, fue la progresiva y constante violación de la Constitución y la ley, señalada en reiteradas ocasiones por el Congreso Nacional, por los Tribunales de Justicia, por la Contraloría General de la República, por los colegios profesionales y otros organismos que advirtieron al país del peligro que esto significaba para su estabilidad democrática.

En tercer término se hizo progresivamente presente –como también se prueba en el curso de este libro— el desconocimiento por parte del Gobierno de la voluntad popular libremente expresada. Si ello era grave en el orden electoral, ya sea en los municipios o en el Parlamento, lo fue aún más respecto a las organizaciones populares de base, en que se persiguió de hecho a las federaciones campesinas mayoritarias por no sumarse a las afectas al Gobierno; se desconoció a las Juntas de Vecinos en que triunfaban elementos ajenos a los partidos de la Unidad Popular; y se trató por todos los medios de burlar los resultados de las elecciones en los sindicatos industriales.

Las luchas que se libraron en las universidades y en las organizaciones de estudiantes de enseñanza media adquirieron una violencia extrema. Al elegir la Federación de Estudiantes Secundarios una directiva encabezada por la Democracia Cristiana, no trepidaron en dividir esa institución y crear otra paralela. Y en la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, que es sin duda la más importante del país, teniendo conciencia la Unidad Popular de que si había elecciones las perderían, se negaron a efectuarlas.

Estas y muchas otras fueron las causales que motivaron un endurecimiento cada vez mayor en la actitud de la Democracia Cristiana. A ellas se agregaron otras no menos importantes.

Por ejemplo, en 1972 con motivo de la brusca caída de la producción agrícola y en general del caos económico reinante –que culminó dos días antes del 11 de septiembre de 1973 cuando el propio Presidente de la República advirtió al país que quedaba harina para hacer pan sólo para dos días—se organizaron las Juntas de Abastecimiento Popular (JAP), de carácter netamente político-partidista, que entregaban los víveres en las poblaciones en forma abusiva y discriminatoria, comenzando por empadronar al vecindario, lo que éste miró como una grave amenaza a su libertad personal y como una importación de los métodos empleados en otras naciones para controlarlo.

Otro elemento que agitó al país, a las Asociaciones de Padres, a los estudiantes y a la Iglesia fue la tentativa de cambiar los programas educacionales y hacer obligatoria una enseñanza basada en orientaciones marxista-leninistas.

También fueron antecedentes decisivos las pruebas irrefutables de la importación y reparto de armas y la presencia en Chile de miles de extranjeros pertenecientes a movimientos de extrema izquierda, muchos de ellos prófugos de sus propios países.

Y no menor era la preocupación por el control progresivo de los medios de comunicación. La Televisión Nacional, creada en el régimen de la Democracia Cristiana como un instrumento del Estado para informar y entretener, se transformó en un órgano de concientización y de propaganda desembozada, en que se calumniaba e injuriaba a todo el que se opusiera al régimen.

Los partidos de Gobierno adquirían a cualquier precio las radioemisoras existentes, y cada día era más aflictiva la situación de los diarios y de otros medios de expresión de los opositores, a los cuales se trataba de ahogar mediante todos los procedimientos imaginables.

Sin duda había en el país libertad de expresión y la lucha de la oposición para mantenerla era ardua y constante, pero era fácil constatar hacia dónde se caminaba a través del estrangulamiento económico de los medios de comunicación no adictos al Gobierno.

Durante estos tres años jamás hubo una apertura de parte del Gobierno. Si bien es cierto que diferentes personas buscaron este acuerdo en forma constante, nunca lograron nada, ni la más mínima respuesta concreta o siquiera una modificación en las políticas que se aplicaban. Al revés, hay los testimonios más incontrovertibles, como constan en este libro, de que jamás se consideró la posibilidad de entendimiento con la Democracia Cristiana, salvo buenas expresiones que nunca se tradujeron en hechos. Al revés, los hechos siempre contradijeron las palabras.

La oposición no fue, como ha querido pintarse en el exterior, sólo de las clases medias o, como se dice, de la mediana burguesía. Más aún, podemos decir que fue la organización del pueblo en sus bases la que opuso la verdadera resistencia al intento totalitario.

Se olvida decir, por ejemplo, que en los últimos meses se mantuvo, entre otras, la más dura y prolongada huelga de los obreros del cobre, con la cual solidarizaron los más grandes sindicatos y confederaciones de obreros campesinos; que en el curso del año 1973 los Partidos de la Unidad Popular perdieron prácticamente casi todas las elecciones de las Juntas de Vecinos; y que la Democracia Cristiana obtenía la mayoría en sindicatos del acero, del petróleo, del cobre, y aumentaba su representación en todas las otras áreas. En los diarios de todas las tendencias se publicaban semanalmente informaciones con respecto a estos hechos”.

Calma, sólo falta la parte relacionada con la actuación de las Fuerzas Armadas que la pondré en el próximo recordatorio.

18 febrero 2008

Recordatorio - II

Hola amigos, conseguí el libro de Genaro Arriagada y lo leí. No vale la pena comprarlo ni leerlo. Mucho bla, bla, como buen demócrata cristiano. Lo mejor del libro es el prólogo de Eduardo Frei Montalva, prólogo del cual seguiré extractando párrafos para recordar los nefastos 1.000 días de la UP.

Frei continuaba:

“Se desprenden de este libro numerosas conclusiones, algunas de las cuales conviene subrayar.

La primera y más indispensable de ellas para un criterio imparcial es conocer qué país recibió el Gobierno de la Unidad Popular y, después, como quien realiza un balance, saber qué país entregaron.

Como se ha afirmado muchas veces, Chile estaba llegando a ocupar un lugar que podríamos llamar de mediano desarrollo, con serias expectativas de un rápido mejoramiento en sus condiciones de vida.

En el año 1970 era un país en pleno avance. Sus instituciones funcionaban con normalidad y cambios fundamentales perfeccionaban su democracia que se adaptaba a las nuevas condiciones de la era post-industrial, por cierto que con los inevitables riesgos y limitaciones que hoy vive la gran mayoría de los pueblos de la tierra.

Pero todo esto no se había conseguido en un día, ni menos con facilidad.

Sin embargo, este territorio no sólo tiene belleza sino valiosos recursos, como cobre, hierro y diversas clases de minerales de todo tipo; sus tierras agrícolas no son extensas pero producen variados frutos de exquisita calidad; sus bosques son un capital imponderable que crece con rapidez poco común; dispone de una extensa costa y un inmenso mar con inagotables posibilidades; y sus ríos tienen reservas ilimitadas de energía.

Chile no posee la vastedad casi infinita de las pampas argentinas, ni las pródigas riquezas del Perú virreinal, ni el mar de petróleo venezolano.

Aquí todo cuesta. Nada es fácil. Un país difícil de manejar. Cuando se le hiere por torpeza o ignorancia, las heridas son hondas y difíciles de curar. Todo hay que hacerlo a fuerza de empuje y sin dañar lo que tan duramente ya se ha conseguido.

Y esto es lo que justamente no sucedió.

Como lo único importante para la Unidad Popular era conquistar el poder político, no se preocupaba que toda una organización industrial, minera o agrícola se derrumbara. Lo que valía era el dominio político. Cada sindicato, empresa cooperativa u organización de base social se consideraba sólo como un instrumento para la conquista del Poder. Por eso se desplazó al hombre que sabía su oficio por el que podía ser útil en la maniobra partidista. Por eso se distorsionó todo el proceso de desarrollo político, cultural, económico y social que este país venía viviendo.

Este irrealismo dogmático, este proceso de ideologismo desenfrenado que alcanzó a sectores no sólo marxistas sino a otros más amplios del país, no permitió a muchos ver el abismo al que se caminaba.

No cabe duda alguna que en Chile había ido operando un proceso progresivo de evolución en todos los órdenes y que por eso había llegado a ser una de las naciones con mayor desarrollo político y social en América Latina.

Este proceso de cambios comenzó el año 1920, o sea, excepción hecha de la Revolución Mexicana con otras características, fue tal vez el primero en iniciarse en América Latina. Se consolidó después con el radicalismo, que le dio a la clase media presencia y poder en todos los órdenes, desde el cultural hasta el económico, y avanzó aun en regímenes de Derecha.

Sin embargo, a pesar de esa evolución, agitada a veces, tranquila otras, pero siempre en ascenso, se fueron acumulando en esos años una serie de elementos que hacían indispensable acelerar el proceso si Chile realmente quería convertirse en una democracia abierta y moderna.

Era impostergable romper la dicotomía de un desarrollo industrial y minero importante, frente a un agro en que el trabajador aún no salía de la condición servil, sin derecho a sindicalizarse, sin limitaciones en sus horarios de labor, sin esperanzas de poseer la tierra, carente de oportunidades, escaso de escuelas y de toda atención.

Por otra parte, se extendían cada vez más los cinturones de miseria en las ciudades, y si bien es cierto se había desarrollado una fuerte clase media y había progresos evidentes en importantes sectores del proletariado industrial, pagaban esta prosperidad grandes masas marginales que era necesario incorporar a la vida del país.

Estos fueron los problemas básicos que abordó la Democracia Cristiana en 1964, cuyo programa se cumplió casi íntegramente a pesar de las resistencias combinadas de la Derecha y de la Izquierda.

Así se fue construyendo Chile como nación, a través de un esfuerzo de generaciones que aportaron a esta empresa colectiva trabajo y sacrificios para ir conquistando su desarrollo, y sabiduría política para sostener su democracia, abierta y plural.

Este pueblo, pacífico por esencia, unido y homogéneo, había ido valorando sus propias conquistas, su libertad, sus posibilidades de disentir, sin destruir su sentido de convivencia.

Había asimismo perfeccionado y ampliado su organización social y abierto canales cada vez más efectivos para que sus hombres y mujeres pudieran ejercitar sus derechos y participar en todas las estructuras institucionales y políticas.

Tenía conciencia y sabía apreciar lo que significaban los nuevos niveles sociales y económicos que lo aproximaban a un pronto despegue.

Estaba especialmente orgulloso y esperanzado por los planes de educación masiva y la casi desaparición del analfabetismo; veía su territorio sembrado de escuelas y apreciaba el progreso cuantitativo y cualitativo de sus Universidades.

Se perfeccionaba y generalizaba la red nacional de atención médica; ya no era un privilegio sino una realidad o próxima a serlo el tener una casa digna; y los ahorros permitían adquirir bienes durables y, a muchos, hasta un vehículo para movilizarse.

Su proceso de industrialización y los planes de desarrollo económico y social estaban en marcha. Y, lo que es más importante, contaba para todo ello con una proporción elevada y creciente de técnicos del mejor nivel; a la vez que disponía de una Administración con bastante eficiencia e indudable honestidad.

El país había perfeccionado su independencia económica. El Estado era dueño de las Empresas de Petróleo, Electricidad, Ferrocarriles, Líneas Aéreas y otras actividades básicas; y en los últimos años había nacionalizado la Compañía de Electricidad norteamericana, adquirido las acciones de propietarios extranjeros en la Compañía de Acero, obtenido el 51% de las acciones de las grandes minas de cobre, etc.

En el plano internacional, Chile había reanudado sus relaciones diplomáticas con la U.R.S.S. y los países de la órbita socialista; participó de una manera determinante en la formación y gestación del Pacto Andino; y en Viña del Mar había reunido a la CECLA para plantear los objetivos de un auténtico movimiento latinoamericano en defensa de su personalidad e intereses.

Al contrario de lo que afirman en América Latina y en Chile los sectores reaccionarios de la ultra Derecha, este proceso de cambios, realista y pragmático, siempre presente en diversas etapas de nuestra Historia, era indispensable para combatir la miseria, la explotación y el subdesarrollo.

Los que piensan que la justicia y las reformas favorecen la expansión del marxismo-leninismo y sólo atinan a levantar barreras de contención a todo proceso de cambio, terminan siempre por ser arrasados. Son la anti-Historia.

Abrir los cauces para que los pueblos alcancen la plenitud de sus derechos y oportunidades es el único camino posible de éxito. Así se demostró en Chile, pese a las afirmaciones interesadas en contrario.

En el año 1964 la propia Unidad Popular con un cuadro político más reducido obtenía una votación superior a seis años después. En efecto, en 1970, con el mismo candidato y con el apoyo adicional del radicalismo y de algunos grupos cristianos de izquierda, en lugar de aumentar, disminuyó la proporción en el electorado del 40 al 36%, o sea en un diez por ciento.

Ese era el país que recibieron. Vale la pena ahora detenerse a examinar cuál fue el estado en que lo dejaron.”

Esta visión del señor Frei es, en general, bastante ajustada a la realidad respecto a los procesos políticos vividos por nuestro país hasta el año 1970, pero por cierto no concuerdo en absoluto respecto a que las reformas de su gobierno no favorecieron la expansión del marxismo leninismo. El gobierno del señor Frei Montalva, con su reforma al derecho de propiedad, reforma educacional y con la reforma tributaria pavimentó el camino para que la Unidad Popular llegara al poder, por algo se le motejaba en la época como Frei el Kerensky chileno. Les recomiendo lean en este mismo blog mi tema de fecha 14 de octubre de 2007: La DC chilena se definió como de centro izquierda, ¡tremenda novedad! Hacer clic aquí.

08 febrero 2008

Recordatorio – I


Hola amigos. Como se acercan a pasos agigantados las próximas elecciones municipales, parlamentarias y presidencial estimo que sería bueno que fuéramos poniendo en nuestros blogs entradas con temas sobre lo que fueron los 1.000 días de desgobierno de la Unidad Popular. Creo que ello serviría para que los adeptos al Gobierno Militar, que vivieron esa época y especialmente para los que no la vivieron, tengamos argumentos para rebatir a los marxistas y demócratas cristianos que siempre sacan en cara el tema de los derechos humanos y nosotros callados aceptamos sus mentiras.

Por mi parte comenzaré tomando párrafos del prólogo de Eduardo Frei Montalva al libro de Genaro Arriagada Herrera “De la ‘Vía Chilena’ a la ‘Vía Insurreccional’”, escrito en agosto de 1974.

Frei escribió:

“Era necesario que pasara algún tiempo para intentar una respuesta, pues parecía imposible referirse con objetividad a ciertos acontecimientos sin chocar con pasiones y heridas demasiado recientes y dolorosas. Hacerlo, sin embargo, no resulta fácil, porque en general los que se refieren al caso chileno, más que dar a conocer la realidad, están interesados en ocultarla o instrumentarla en función de sus propios fines, usando ciertas tácticas publicitarias en boga que consisten en amedrentar y aplastar a los que no se someten a sus dictados. Y no faltan aquellos que, temerosos de caer bajo los ataques de quienes usan estos métodos y disponen de esas armas, se suman a ellos, o callan.

Diversas hipótesis pueden señalarse para explicar el interés por este proceso histórico. Ellas no son excluyentes entre sí; por el contrario, se complementan.

Chile tenía el prestigio de haber afianzado por más de un siglo y medio, casi sin interrupción, un régimen democrático en continuo progreso, que resultaba aún más notorio dentro de un hemisferio que ha presentado al mundo una imagen de gran inestabilidad política.

Durante los últimos lustros había sido en cierta manera un pequeño e intenso laboratorio de las más diversas experiencias políticas. Su democracia abierta, sin las rigideces pero también sin las raíces de las viejas culturas y sociedades europeas, cuyas ideas se transplantan a estas tierras nuevas con toda su explosiva carga, había conocido en pocos años una forma de social democracia a través de varios gobiernos, entre ellos, del Partido Radical, de la Derecha y, en seguida, la transformación iniciada por la Democracia Cristiana. Por último llegaba al poder a través de elecciones y por la “vía legal” una combinación integrada fundamentalmente por el Partido Comunista y por un Partido Socialista que, al revés de otros que corresponden al concepto de social-democracias, declaraba en forma oficial su inspiración marxista-leninista y su desprecio por “la democracia y la legalidad burguesas”.

Para una vasta gama de snobs y de pseudos izquierdistas internacionales resultaba muy ventajoso adherir, sin riesgos para ellos, a un ensayo no siempre fácil de disponer en las sociedades humanas.
Hubo también muchos que miraron con simpatía este proceso, porque observan las profundas grietas que descubre el régimen capitalista y advierten que es inevitable el cambio hacia nuevas formas en la vida social. Les angustia pensar que el traspaso de una sociedad a otra sólo será posible cayendo en la violencia y perdiendo la libertad. Por lo mismo, cuando se ofrecía un intento que parecía resolver este dilema, lo siguieron con verdadero interés.

Todas estas razones contribuyeron a presentar el caso chileno con sus mejores luces. Así se ignoraron deliberadamente antecedentes que permitieran un juicio justo y equilibrado. Sólo en los últimos meses, al ver la dimensión de la catástrofe, algunos expresaron reservas.

El fin de esta experiencia, que por distintas causas despertaba tan grande interés, no podía menos que producir una conmoción muy profunda.

En fracaso de la experiencia chilena y con él la pérdida de este importante punto de apoyo constituyó, pues, un golpe muy grave en un cuadro de estrategia continental, en el cual el trabajo combinado de Cuba y Chile ensamblaba a la perfección.

No era ésta, pues, la caída de un régimen cualquiera, como ha ocurrido tantas veces en nuestra América Latina. Su derrumbe, violento y trágico, significó para extensos sectores de opinión pública, más amplios por cierto que la izquierda marxista, algo más que un simple golpe militar.

De ahí que es importante ahondar en un examen objetivo y real sobre las causas que condujeron al triunfo de la Unidad Popular primero, y después a tan dramático desenlace.

Lo peor que podría ocurrir sería que en el devenir esta experiencia no sirviera a propios ni a extraños.

Distorsionar los hechos o simplemente trivializar la historia incurriendo en las mayores inexactitudes, sería para este pueblo como agregar la injuria al castigo de que hablaba Cervantes.

Por eso este libro de Genaro Arriagada tiene la mayor de las trascendencias. Hombre joven excepcionalmente dotado para el análisis político, investigador acucioso y agudo observador, documentado en forma inobjetable, presenta a lo largo de estas páginas una relación verídica de los hechos, fundada en abrumadores antecedentes emanados sustancialmente de los propios Partidos y personeros de la Unidad Popular. Sus páginas nos muestran antecedentes que permiten formarse un juicio cabal, juicio que es necesario no por un mero ejercicio intelectual sino como una condición esencial que admite reflexionar y así proyectar adecuadamente el futuro.”

Amigos, llegaré hasta aquí para no cansarlos, pero en esta primera parte se ve como los DC han cambiado y con Aylwin a la cabeza han desconocido lo que antes vieron con tanta claridad. Claro, en agosto de 1974 todavía creían que las Fuerzas Armadas les iban a entregar el poder a ellos. Pero para qué decir nada de los socialistas, que en esa época eran más revolucionarios que los mismos comunistas y ahora reclaman que los militares les violaron sus derechos humanos, si ellos eran violadores permanentes de los derechos humanos de millones de chilenos, como nos contará más adelante Frei.

Sería interesante que si alguno tiene el libro de Genaro Arriagada lo comentara en su blog para instruirnos, pues debe ser muy interesante. Y tú ¿qué opinas?

06 febrero 2008

Nuestra y vuestra misión: conquistar el Poder Político.


Cada día estoy más preocupado por lo que sucede en el mundo civil-político, ¿será premeditada esta nueva campaña del marxismo contra las Fuerzas Armadas? Este año y el próximo son importantísimos para el país porque son años de elecciones: municipales, parlamentarias, presidencial.

Personalmente divido a nuestra sociedad en cinco grupos: Los miembros de las Fuerzas Armadas en servicio activo y en retiro y su grupo familiar, el mundo civil que apoya lo realizado por el Gobierno Militar, el mundo civil que apoyó la obra realizada por el Gobierno Militar pero que ahora toma palco, los marxistas y finalmente los demócratas cristianos.

De estos cinco grupos sabemos lo que desean los marxistas y los demócratas cristianos, establecer en Chile el socialismo. Mi problema son los otros tres grupos.

Los miembros de las Fuerzas Armadas en servicio activo y en retiro.
¿Pensamos que deberían tomarse el gobierno por la fuerza? ¿desconocer los fallos de los tribunales? No. Sería una locura, los miembros de las Fuerzas Armadas de hoy, como los de ayer, son y han sido siempre demócratas. Han intervenido en política sólo cuando las circunstancias los obligaron hacerlo por el bien de la Patria.

El mundo civil que apoya lo realizado por el Gobierno de las Fuerzas Armadas.
Creo que ha adoptado una actitud equivocada, se ha dedicado a criticar a las Fuerzas Armadas actuales porque no actúan ante los vejámenes que le propinan los marxistas y demócratas cristianos. Ese es el gran error, y creo que los ideólogos marxistas alimentan esa actitud porque saben que les proporciona grandes dividendos: presión sobre las Fuerzas Armadas desde ambos lados. Este grupo debería volcar su actuar hacia el mundo civil, participar en política, organizarse y obtener alcaldes, concejales, parlamentarios, presidente de sus filas, para que desde el gobierno puedan borrar la campaña de odiosidades y mentiras sembrada por el marxismo contra el Gobierno Militar y avanzar hacia un Chile próspero y en libertad.

El mundo civil que apoyó la obra realizada por el Gobierno Militar y que ahora toma palco.
Es un gran número de personas y hacia ellos deberían dirigir sus afanes el grupo que apoya lo realizado por el Gobierno Militar.

Bueno amigos, creo que ha llegado el momento de ponerse a trabajar en política y no continuar haciéndole el juego al marxismo de presionar a las Fuerzas Armadas. Vuestra y nuestra misión es conquistar el Poder Político en las próximas elecciones. Y tú ¿qué opinas?

04 febrero 2008

El mundo civil muy tranquilo, tomando palco, pero...


Hola amigos, he estado pensando en lo sucedido con el general Santelices; su renuncia porque será llamado a declarar en calidad de inculpado y la aceptación de esta por el señor Comandante en Jefe del Ejército. También recordé el episodio abordo del BE “Esmeralda”, en que una jueza hizo esperar en el molo varias horas a un señor Almirante, y luego me puse a pensar en el caso del coronel Krassnoff y en el de tantos otros miembros de las Fuerzas Armadas hasta llegar al general Contreras y a mi General Pinochet y su familia.

Los Altos Mandos de las Fuerzas Armadas han actuado en forma lamentable hasta ahora, al permitir que situaciones como estas se repitan una y otra vez, pero el mundo civil también ha actuado pésimo. Da la impresión que la civilidad toma palco ante lo que sucedió y continúa sucediendo, como si no les afectara, pero se equivocan medio a medio, el marxismo, esta vez lentamente ha ido avanzando en todos los frentes y nadie sabe cuando llegaremos a una situación parecida a la de 1973, pero sin cordones industriales, ni guerrilleros armados, sencillamente por el imperio de la Ley y de la Justicia caeremos en el socialismo marxista y ahi recién la civilidad reaccionará, pero creo que puede ser tarde. Tú, amigo civil, empresario, profesor, empleado público o particular, ¿recuerdas las colas? ¿recuerdas las JAP? ¿recuerdas la ENU? ¿recuerdas la prepotencia marxista durante los 1.000 nefastos días de desgobierno de Allende y su UP? Bueno, estimado amigo, para qué continuar, creo que pronto tendrás que empezar a preocuparte y no podrás seguir tomando palco ante lo que le sucede a los miembros de las Fuerzas Armadas, pués más pronto que tarde el próximo podrías ser tú.

¿Hasta cuándo?

Hola amigos, recién me enteré que el señor General Gonzalo Santelices había presentado su renuncia voluntaria al Ejército y que esta le había sido aceptada. Esto es una vergüenza, no es persecución contra el General Santelices, es hostigamiento y persecución de algunos jueces del Poder Judicial contra el Ejército y las Fuerzas Armadas y Carabineros. Me pregunto cómo los Altos Mandos de nuestras instituciones castrenses aceptan situaciones como éstas.

Creo que ya sería hora que se pusieran los pantalones y sencillamente no aceptaran más que los basureen. Cómo aceptan que ese tal abogado Gutiérrez declare a los medios : "El general Santelices participó de manera directa en el fusilamiento de 14 prisioneros de guerra (...) él fue en un camión del Ejército de Chile a la cárcel pública de Antofagasta, eligió a 14 presos políticos, los maniató, les puso las vendas, los lanzó como animales arriba del camión, los condujo a la quebrada del Way, a las afueras de Antofagasta y ahí puso a los 14 presos frente al pelotón de fusilamiento". El Ejército, como institución, debería callarle la boca. Saludos.

03 febrero 2008

Artículo de Cristóbal Orrego sobre la "Chepa" y Volodia

Hola amigos, anoche, después de sufrir viendo el partido de Fernando González en el ATP de Viña del Mar, me puse a pensar en la “Chepa” y en la decidora foto de Bachelet rindiéndo homenaje a Teitelboim y me propuse escribir algo al respecto, pero cual no sería mi sorpresa esta mañana al encontrar, en El Mercurio de Santiago, este excelente artículo escrito por Cristóbal Orrego y que me interpreta totalmente. Se los copio para que lo lean. Saludos.

Cristóbal Orrego en El Mercurio de Santiago del domingo 3 de febrero de 2008:

Volodia Teitelboim, otrora dirigente máximo del Partido Comunista chileno, ha exhalado su último aliento. Patricia Troncoso, la indigenista presa, ha depuesto su huelga de hambre. Tres problemas se manifiestan gracias a la coincidencia.

Primero: el viejo asunto de la violencia. Llevamos dos décadas de legitimación -indirecta, sutil- de la violencia. Teitelboim dedicó su vida a la causa más odiosa que ha conocido la historia: la expansión del totalitarismo. Nuestra Presidenta se equivoca cuando dice que "todo Chile ha reconocido y recordado con respeto y cariño la partida de Volodia Teitelboim". Todavía hay ciudadanos con un mínimo de sentido crítico y algo de memoria: el PC, con Volodia adentro, esparció por Chile -por todo el mundo- el odio, la violencia y la miseria. Por eso, lloran a Volodia en Cuba, y lo llora Chávez, el destructor socialista de Venezuela.

Bachelet acierta, en cambio, cuando sostiene que "es una persona que siempre se entregó con fuerza a las causas en que creyó". Igual que Lenin, Hitler, Stalin, Mao, Pol-Pot, y tantos otros asesinos históricos, coherentes como el demonio. Entonces causa risa que el señor Teillier, con esa tradicional adhesión del comunismo a la verdad, afirme que el finado ¡fue "un demócrata incansable"! Por eso, quizás, no se cansó de transmitir programas radiales subversivos desde la "democrática" Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, ni de cohonestar con su silencio los horrores del socialismo real. Y el caso Volodia es sencillamente el último de una serie de episodios que ensalzan a quienes han sido violentos: reportajes tiernos sobre Miguel Enríquez -murió en su ley-, todo un glamour en torno al Che Guevara -un asesino sin piedad-, historias románticas sobre miristas y frentistas...

¿Qué tiene de extraño, entonces, que las simpatías de la prensa y de la opinión pública se inclinen hacia una mujer condenada por delitos terroristas, que se declara en huelga de hambre? No es verdad que el Gobierno haya sido débil ante un chantaje, como sostuvo la oposición; ni que haya sido "flexible" por su "alta valorización de la vida humana", como sostuvo el Gobierno. Sucede, más bien, que la autoridad apoya la causa de la "Chepa", pero no sabe cómo abordarla por carecer de una filosofía política. Pensemos, para verlo claro, qué pasaría si Miguel Krasnoff y otros militares, que se sienten injustamente condenados, comenzaran una huelga de hambre para limpiar su nombre o conseguir beneficios. ¡La carcajada del régimen se oiría hasta Siberia! "¡Muéranse de hambre todos, milicos de m . . .!", sería el grito concertado.

Segundo: ese doble estándar gubernamental. "Se produce una arbitrariedad que es culpa de la justicia humana, que un tribunal aplica una ley y otro no lo hace", afirmó José Antonio Viera-Gallo, para justificar la intervención a favor de la huelguista. ¡Y Vidal no le tapó la boca! ¿Se imaginan a Viera-Gallo intercediendo, ahora, para que se aplique la amnistía y la prescripción a los militares ya condenados, y no, como ha hecho "la justicia humana", a unos sí y a otros no?

Tercero: el problema más de la política de la identidad. El modelo liberal reduce las diferencias de identidad a un asunto privado. Primero, las religiosas; después, las étnicas, raciales, culturales... La identidad religiosa y moral depende, según esta simplificación, del ejercicio de la autonomía. Es un asunto de preferencias individuales, subjetivas, frente a las cuales el Estado no debe actuar ni a favor ni en contra. Esta visión se extiende luego a otros aspectos de las identidades de las personas y de los grupos. El paradigma ha entrado en crisis con la globalización y con el emerger de las políticas multiculturalistas. El dilema para la autoridad estriba en cómo reconocer las diferencias de identidad en el ámbito público sin abandonar los mitos fundadores del Estado liberal; es decir, sin renunciar a la privatización de lo que nos divide, y sin que los múltiples reconocimientos de identidades vuelvan a comprometer al Estado con una visión del mundo. En efecto, ¿por qué, por ejemplo, se habría de reconocer constitucionalmente el carácter multiétnico de Chile, mientras que la diversidad religiosa se confina a la "libertad de conciencia"? Y si todas las diferencias reclaman reconocimiento, ¿podrá haber una identidad unitaria que funde la unidad de la organización política, más allá de un "modus vivendi" táctico?

Y este argumento en perpetuo movimiento nos devuelve a Volodia y a la "Chepa". Ellos han asumido una identidad clara, aunque violenta. Eso los diferencia de los personajes que quieren caerles bien a todos, que desfilaron ante el féretro de ese símbolo del odio y de la violencia, o que trataron a una presa suicida, como si fuera la guardiana de la justicia.

"Bachelet acierta, en cambio, cuando sostiene que 'es una persona que siempre se entregó con fuerza a las causas en que creyó'. Igual que Lenin, Hitler, Stalin, Mao, Pol-Pot, y tantos otros asesinos históricos, coherentes como el demonio".

01 febrero 2008

Campaña por participación en política e inscripción en los Registros Electorales


Anoche me entretuve viendo el debate que tuvieron en Los Ángeles, Estados Unidos, los precandidatos presidenciales por el partido Demócrata, los senadores Clinton y Obama.

Lo primero que saltó a la vista fue la calidad de los candidatos. Dominan todos los temas importantes, ahí no cabría una candidata elegida por los medios de comunicación y aceptada solo por su simpatía.

Lo segundo que llamó la atención fue como estos precandidatos trabajan para conseguir dinero para sus campañas; dependen de su esfuerzo y organización y no como acá en que con unas cuantas semanas de anticipación y con dineros fiscales, nuestros candidatos, efectúan campañas multimillonarias. Claro que nadie reclama; si los medios de comunicación son los grandes beneficiados y también los candidatos, pues no tienen que trabajar.

Pero lo más importante fue escuchar como cada uno se felicitaba por haber conseguido la participación de cientos de miles de nuevos votantes, en ese factor el partido basaba su próximo triunfo en las elecciones presidenciales.

En Chile tenemos que conseguir nuevos votantes. De alguna manera hay que convencer a los que no votan por estar desencantados de la política y de los políticos, que lo hagan y a los jóvenes, que no están “ni ahí” con la política, que se inscriban en los Registros Electorales para que, debidamente informados, puedan votar en las próximas elecciones: municipales, parlamentarias y presidenciales, en las que se decidirá lo que Chile desea como modelo de desarrollo tanto en lo económico como en lo social: Libre empresa o socialismo; familias dirigidas por los padres o por el Estado. En fin, hay que ponerse a trabajar, estamos atrasados en combatir al socialismo marxista que nos ha hecho retroceder como país y sociedad en estos 18 nefastos años de desgobiernos concertacionistas. Y tú ¿qué opinas? ¿cuándo te pondrás a trabajar para derrotar al socialismo marxista?